Enviar dinero desde una cuenta bancaria argentina hacia un broker en Estados Unidos se volvió un recorrido lleno de trabas. Las comisiones bancarias son elevadas, aparecen costos ocultos recién cuando el dinero llega, los formularios son poco claros y los intermediarios suelen demorar más de lo razonable. A eso se suma un problema bastante común: muchos empleados bancarios no conocen bien el procedimiento o dan instrucciones contradictorias. El resultado es que el cliente termina repitiendo pasos y enfrentando más fricción de la necesaria.
Para el inversor argentino, este camino no solo es costos, sino que también es incierto. Cada transferencia internacional implica varios días de espera y una pérdida total de control sobre el monto que finalmente se acredita. En este contexto, invertir en acciones, bonos o ETFs del mercado estadounidense se convierte más en un problema logístico que en una decisión financiera, y no es por falta de interés ni por falta de capacidad de ahorro, sino más bien por el peso de las barreras operativas.
Frente a este escenario, las stablecoins empezaron a ganar lugar como una alternativa concreta. Actúan como un atajo simple y eficiente al utilizar una infraestructura paralela que permite mover fondos desde Argentina hacia brokers regulados en Estados Unidos en cuestión de minutos. Los costos son mucho más bajos y no hay sorpresas con el monto final, porque la stablecoin mantiene su valor estable. En este caso, no se utilizan como herramienta de inversión, sino como vehículo para trasladar valor de forma rápida y precisa.
En esta columna, vamos a ver cómo funciona este nuevo circuito paso a paso.
Para un argentino que quiere invertir en acciones o bonos en Estados Unidos, el primer obstáculo no es elegir qué instrumento comprar, sino algo más básico: lograr que el dinero llegue al broker.
El sistema bancario tradicional no está pensado para operaciones pequeñas. Está diseñado para transferencias corporativas, no para individuos que quieren mover unos pocos cientos o miles de dólares. El resultado es un proceso lento, costoso y lleno de incertidumbres.
Hacer una transferencia internacional implica llenar formularios específicos, justificar el origen de los fondos y pasar por bancos corresponsales que aplican cargos extra. Esos costos muchas veces aparecen recién cuando se acredita el dinero. Si además hay conversión de moneda, entran en juego spreads difíciles de prever. Y todo esto, incluso con montos bajos, puede demorar varios días hábiles.
Hay además una traba que se repite en el día a día: muchos empleados bancarios no conocen el procedimiento en detalle. Esto genera instrucciones contradictorias, pedidos de correcciones innecesarios y pasos duplicados, y la fricción se multiplica.
El costo total (entre comisiones locales, cargos externos, diferencia de cambio y tiempo perdido) termina funcionando como una barrera. Desanima a quienes están listos para dar sus primeros pasos en el mercado internacional.
Pero hoy hay una alternativa que, a simple vista, puede parecer riesgosa o demasiado compleja, cuando en realidad es todo lo contrario.
Para activar este nuevo circuito, el inversor necesita tres elementos básicos: una cuenta bancaria local, una cuenta en un exchange argentino (que se abre en pocos minutos con el DNI y una cuenta bancaria para vincular), y un broker en Estados Unidos que permita operar tanto instrumentos tradicionales (como acciones, bonos o ETFs) como criptoactivos. Esa combinación, que hace algunos años era poco común, hoy está disponible en varias plataformas reguladas. Y gracias a eso, se habilitan movimientos financieros que, hasta hace poco, parecían fuera de alcance para el argentino promedio.
El funcionamiento es directo. El inversor transfiere pesos o dólares desde su banco al exchange local y compra una stablecoin que mantiene paridad con el dólar, como por ejemplo USDT o USDC. Después, envía esa stablecoin desde el exchange al broker en Estados Unidos de manera casi instantánea. Una vez acreditada, vende esas stablecoins por dólares (1 a 1) dentro de la misma cuenta y listo, tiene los dólares en el broker extranjero listos para operar.
Este esquema (broker tradicional más operativa cripto) reemplaza un proceso que antes tomaba días y acumulaba costos ocultos por otro que ocurre en minutos, con comisiones mucho más bajas y sin cambios en el monto transferido, porque la stablecoin conserva su valor.
Lo importante es que el broker ya no está aislado del sistema financiero global. Al aceptar depósitos en cripto, se convierte en un punto de conexión que permite sortear las restricciones locales sin salir del marco regulado y sin asumir riesgos innecesarios. En lugar de depender del lento y costoso circuito bancario internacional, el inversor puede triangular con agilidad: banco → exchange local → stablecoin → broker.
El camino inverso también funciona. Para repatriar fondos, alcanza con vender los activos comprados (acciones, bonos, ETFs, etc…), comprar stablecoins dentro del broker, enviarlas al exchange argentino y convertirlas a pesos o dólares para transferir luego a la cuenta bancaria local.
La llegada de las stablecoins como puente entre Argentina y los mercados de Estados Unidos no es solo un avance técnico, sino más bien un cambio en la infraestructura misma. Transforma una operatoria lenta, cara y difícil de anticipar en un flujo directo, accesible y mucho más económico.
Para el inversor argentino, el desafío ya no pasa por sortear el sistema bancario internacional: ahora, la clave es entender cómo aprovechar esta nueva autopista para acceder a acciones y bonos sin fricción.
En un país donde cada decisión financiera importa, contar con un mecanismo simple y estable para mover valor puede ser lo que marque la diferencia entre quedarse mirando los mercados desde afuera o empezar a participar con libertad real.
Nos reencontramos la próxima semana con más contenido sobre finanzas personales e inversiones.

